Fue durante la primera intendencia que tuvo Mar del Plata – la de Fortunato de la Plaza, electo en 1886 – que se erigió el Palacio Municipal. El trabajo se le encargó al suizo Francisco Beltrami, quien ya contaba con pergaminos en la ciudad por haber diagramado la construcción emblemática de la capilla de Santa Cecilia. Sin embargo, la labor le demandó varios dolores de cabeza al hombre de raíces europeas, y no precisamente por cuestiones de índole profesional.
Es que las autoridades locales no tenían dinero para solventar semejante obra, por lo que fue el mismo constructor el financista. El proyecto logró concluirse y permitió la creación de un espacio imponente, que respetaba una estética eclecticísta. Pero con el paso del tiempo y la consecuente falta de pago, el profesional demandó a la administración municipal e inició un conflicto que terminó con un embargo del edificio y otros intentos de venta.
El Palacio Comunal llegó a ponerse en remate dos veces pero nunca se presentó ningún oferente interesado, así que tuvo que volver a ser adjudicado a Beltrami en 1892. Después de la larga disputa judicial, el Municipio inició negociaciones con el suizo, llegó un arreglo, se comprometió a abonar lo adeudado en diferentes cuotas y recién en 1910 pudo terminar de pagar la construcción.
Casi tres décadas más tarde, sin embargo, la cara de la Municipalidad sufriría una renovación. El intendente José Camusso, electo en 1934, impulsó una encomienda para remodelar la estructura del edificio y el proyecto cayó en las manos del arquitecto Alejandro Bustillo. No fue una casualidad: en ese momento, su hermano José María se desempañaba como Ministro de Obras Públicas e hizo su aporte para que él pudiera realizar el trabajo.
Para dar forma al “nuevo” Palacio Municipal, dicen que el profesional, que ya gozaba de amplio reconocimiento en el país, se inspiró en la sede municipal italiana del Palazzo Vecchio, que se encuentra en la Plaza de la Señoría, en Florencia. La labor comenzó en 1937 y la inauguración tuvo lugar al año siguiente, en el mes de noviembre.
El producto que el arquitecto mostró a la comunidad marplatense fue un edificio tapizado por la piedra característica del lugar, con una torre-reloj semi-exenta, de aproximadamente 40 metros de altura, a lo que agregó un imponente balcón sobre el frente que da a la calle Hipólito Yrigoyen.
El reloj "original"
Marcelo Castelvetri es la cuarta generación de una familia de relojeros. Hace 37 años que lleva adelante con orgullo el oficio con su local “Carillón, relojes antiguos”, que está ubicado sobre la Diagonal Pueyrredon, entre las calles Belgrano y Moreno. Es uno de los pocos lugares – si no es el único – en Mar de Plata y la zona, que se dedica a la reparación de dispositivos con cientos de años de historia. Incluso, él dice tener relojes “de hasta 250 años” en el comercio.
El hombre fue el experto que tuvo a su cargo una de las últimas reparaciones integrales del mismo reloj americano que se montó durante la obra de Bustillo en el Palacio Comunal. Fue en febrero del ’88, cuando el radical Ángel Roig estaba al frente de los destinos de la ciudad. Por intermedio de un amigo, el Municipio se comunicó con él y le encargó el trabajo, que decidió hacer “totalmente ad-honorem”, según resaltan las crónicas periodísticas de la época que aún conserva como recuerdos invaluables en el interior de su local.
“En ese momento el reloj era totalmente original: era un reloj patrón electromecánico, que estaba en planta a baja, y funcionaba a péndulo. Una vez por minuto cerraba un contacto y mandaba una señal arriba, y el reloj movía un minuto y así sucesivamente”, detalló el relojero sobre las características del antiguo dispositivo.
Cuando Castelvetri intervino, el reloj también había dejado de funcionar durante varios años. Él se hizo cargo del mantenimiento hasta el ’90 pero después decidió desistir de la labor por advertir faltante de piezas y otras problemáticas que derivaban en serios inconvenientes. “Le metía mano cualquiera al reloj y eso era un verdadero problema”, sintetizó.
El relojero comentó que durante el Gobierno de Gustavo Pulti, había sido contactado nuevamente para reparar el dispositivo pero al observarlo advirtió que era “irreparable” por los elementos que le habían quitado al mecanismo, tal como señaló el actual director de Obras Públicas.
“Quizás le habían sacado piezas para repararlas pero el problema es que nunca volvieron al reloj. Y para hacer el trabajo, yo tenía que buscar al que hizo ese cambio para ver las piezas que fueron extraídas y por eso desistí. Ya no había otra forma de repararlo más que con maquinaria nueva”, señaló.
Alejandro Sfeir, el relojero que se hizo cargo del último arreglo, agregó en este sentido que, durante el desarrollo de su trabajo, advirtió que hace dos años también se había “hecho un intento de automatización de todo el mecanismo”. “Quisieron hacer andar esto con agregados y mecanismos de automatización industrial y todo eso no resultó”, aseveró.
“Posiblemente el reloj haya andado un tiempito en su momento pero esto fracasó. Era algo irreparable”, coincidió el especialista con Castelvetri, y enumeró al respecto: “Estaba todo mal tratado, mal hecho, mal ajustado, y había problemas básicos y elementales como que las agujas no estaban compensadas”.
Para ello, fue necesario realizar tareas de acondicionamiento en transmisiones mecánicas para los cuatro cuadrantes, con el objetivo de lograr el accionamiento preciso de las agujas indicadoras. Algunas piezas fueron restauradas y otras fabricadas artesanalmente en un taller de tornería especializado, según detallaron fuentes oficiales.
Todo el mecanismo de engranajes es accionado por un motor conectado a una maquina digital que posee conexión satelital para el ajuste automático de la hora mediante GPS.