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  • Foto del escritorMar del Plata - La Perla del Atlántico

Mar del Plata: la ciudad de la taxidermia patrimonial

El modelo de torres sin control que se impulsó en CABA ya se exporta; en General Pueyrredón hay cada vez más chalets y hoteles clásicos víctimas de un proceso de voracidad inmobiliaria que genera engendros urbanos.

Mar del Plata nunca pudo escapar al “progreso”. Su geografía urbanística ha sido modificada desde casi sus inicios. En 1940 comenzó a forjarse como la ciudad del turismo popular.

Y la construcción masiva de hoteles y edificios para albergar a la masa de ocasionales veraneantes empezó poco a poco a modificar el entorno y atentar contra aquellas construcciones que formaban parte de su patrimonio.


Pero fue en la década del ’70 cuando más se evidenció esta transformación: por aquellos años un porcentaje altísimo de los históricos chalets de la avenida Colón sucumbieron bajo el crecimiento de grandes edificios que hoy forman parte de su típica postal.


En los últimos años volvió la misma tendencia. Además de una innegable falta de protección del patrimonio arquitectónico, la ciudad experimentó una sucesión de gobiernos municipales promotores de una política de privatización de espacios públicos y de la construcción indiscriminada en terrenos de alto valor de mercado. Hoy vive lo que llaman «taxidermia patrimonial».

Hay estratagemas inmobiliarias, en complicidad con la Comuna, que incentivan este fenómeno antipatrimonial de «La Perla» del Atlántico. Cuando alguno de estos lotes tiene emplazado un bien patrimonial –ya sea un clásico chalet o un antiguo hotel– comienza una práctica que consiste en dejar abandonado a su suerte el inmueble. Luego, bajo la figura de “peligro por posible derrumbe”, se termina demoliendo para dejar limpia y en venta la valiosa superficie.


Un destino que puede correr la casa familiar de Astor Piazzolla, baluarte de la nuestra música nacional. Tal como relatan los vecinos de la zona de la Vieja Terminal, el inmueble «está en total abandono».


En otras ocasiones, cuando son de particulares y no están “protegidas”, las empresas constructoras demuelen la propiedad, a veces dañando casas contiguas y destruyendo obras de históricos arquitectos.

Ocurre en la actualidad y en toda la ciudad. De norte a sur y año tras año valiosas construcciones históricas sucumben ante un incipiente mercado inmobiliario que avanza como una topadora devastando todo a su paso.


Una política que distritos como CABA ya viven, y que hoy se expande como en General Pueyrredón.


¿Reciclaje o destrucción?

Desde hace mucho tiempo se advierten tres sistemas de adquisición que funcionan muchas veces como “artilugios” que utilizan las empresas o compradores para poder edificar sobre lotes con valor histórico. Por un lado, está la refuncionalización de una propiedad, que conlleva la contratación de un arquitecto experto en patrimonio que, respetando al máximo la estructura, le da una nueva función al inmueble. Eso sucedió en el Chalet “La Matilde” donde abrió un local una reconocida cadena de comida rápida. Si bien los conservacionistas no ven con buenos ojos que estas históricas casas se conviertan en “cervecerías o hamburgueserías” admiten que de esta forma se “salva” la propiedad y se mantiene la estructura original. ¿Pero sigue teniendo el mismo valor?

Por otro lado, está la conocida “puesta en valor” que para muchos vecinos es un eufemismo para decir “vamos a demoler todo, excepto una pequeña parte”, logrando engendros arquitectónicos. Consiste en dejar sólo la fachada del inmueble y utilizar todo el parque o jardín, quitando el entorno que les da el carácter patrimonial, para construir en vertical. Tal es el caso del Chalet Roesli, construido en 1934 y declarado de interés patrimonial; la Villa Susuky, que perteneció a los padres del conocido médico traumatólogo Guillermo Bosch Mayol; y la residencia veraniega de Pedro Groppo, médico y político argentino que fue ministro de Hacienda de Roberto M. Ortiz, en cuyo terreno se construye un edificio dejando la casa para amenities.

Sucede lo propio con el chalet que perteneció a Mariano Mores. A su lado autorizaron una torre con más de 20 pisos. Y por estos días se está por aprobar la creación de dos torres en los que era el mítico Chateau Frontenac, edificado a pedido de Antonio Leloir para su esposa Adela Unzué, hace 109 años.


El “Plus Ultra”, de estilo pintoresquista hispanizante, fue adquirido por el Sindicato de Comercio de La Plata: se conservó la casa para usar como bar y entrada de servicio y el resto del lote se destinó a un hotel de cuatro pisos, cuya construcción, además de la consecuencia estética, generó importantes daños y grietas en propiedades linderas. También sobresalen los dos chalets adquiridos por el Sindicato de Pasteleros frente a la playa Alfonsina Storni, donde literalmente dejaron solo las fachadas para construir detrás un hotel de diez pisos.

«Puesta en valor»

El caso más obsceno es el Chalet Manuela Valdivia de García, una obra de 1930 del reconocido arquitecto Alula Baldassarini: la edificación contigua de un edificio de 18 pisos lo dejó subsumido por siempre en la sombra. En 2020 el Juzgado en lo Contencioso Administrativo N° 1 declaró ilegítimos dos decretos que permitieron el inmueble con más pisos de los permitidos.


Todas estas propiedades fueron víctimas de la “taxidermia patrimonial”, algo que se profundiza en estos tiempos. El perfil de Instragram “Casas de Mardel”, recopila fotos de históricos chalets demolidos o en peligro de desaparición frente a proyectos de lujosos edificios o imponentes torres. Su creador reconoce que actualmente el panorama es alarmante por la cantidad de propiedades de gran valor arquitectónico que se pierden todos los años, pero admite que hoy en día hay “una lupa puesta sobre el patrimonio que antes no existía”.

Remarca que lo que llaman “puesta en valor” no es más que disecar la casa para que quede como “enano de jardín” al lado de una moderna torre. Las únicas propiedades que logran salvarse son aquellas compradas por el Estado y utilizadas para oficinas gubernamentales, como el Chalet “Irene Spinetto de Sanguinetti” en el barrio La Perla y adquirido recientemente por el Conicet para su nueva sede en esa ciudad.


La ordenanza 10.075 contempla la protección de sectores o conjuntos de viviendas, pero los proteccionistas advierten que con el pasar de los años “se quedó corta”.

El listado de bienes patrimoniales es de tan sólo 216 propiedades. Así está Mar del Plata, como reflejo de las contradicciones de una construcción voraz. Cientos de edificios y torres erigidos en una ciudad con graves problemas habitacionales, donde alquilar es una odisea para cualquier familia, con la tasa de desocupación más alta del país, con un porcentaje de personas en situación de calle que crece y donde la lógica histórica parece ser siempre la destrucción de la identidad.

Conjunto Baldassarini, foto de Mercedes Lanza


Autor: Juan Marco Candeloro

(Modificada)

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