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Foto del escritorMar del Plata - La Perla del Atlántico

Fuego sobre el océano, Don Nino eterno y Gran Hermano en altamar

La inmensidad del océano contiene infinitas historias apasionantes, profundas y trágicas que forjan el espíritu de los hombres de mar. A continuación, algunas vivencias inolvidables de pescadores marplatenses.


Por Matías Varela

Vicente Galeano, Aquiles Medrano y Alberto Cisneros,

tres pescadores que narraron sus historias.


“Todos provenimos del mar, pero no todos somos del mar. Aquellos que sí lo somos, los hijos de las mareas, irremediablemente volvemos a él una y otra vez…”. La frase pertenece a la película “Persiguiendo Mavericks” y perfectamente aplica a los pescadores que dialogaron con LA CAPITAL para contar algunas historias de las que fueron protagonistas por su profesión, a la que definen como sacrificada, pero que, sin dudas, volverían a elegir una y mil veces.

En lancha o en buque, buscando cornalitos, merluzas, corvinas, vieiras o langostinos, todos los hombres que brindaron sus testimonios tienen algo en común: encontraron sobre las olas un oficio, que se terminó convirtiendo en la pasión de sus vidas.


El mar llamó a Alberto Cisneros prácticamente desde que tiene uso de razón. Nacido en el barrio Puerto, hoy, con 63 años, aún recuerda cuando era niño y durante la madrugada escuchaba los pasos de los pescadores que iban a la banquina para salir con las lanchas.


Aquellos trabajadores fueron, sin saberlo, un ejemplo para Cisneros, quien empezó desde muy joven a pescar en embarcaciones chicas y con solo 18 años pasó a los buques de altura, donde trabajó hasta su jubilación.


Sin embargo, hay un día que no olvidará jamás y que ocurrió a finales de la década del 90, cuando el Mr. Big, el barco en el que trabajaba, se prendió fuego y él fue uno de los últimos en abandonarlo, poco antes de que se pierda por completo, consumido por las llamas.


Justo a tiempo


Según contó Cisneros, el incendio del Mr. Big ocurrió “cerca de Puerto Madryn”. “Estábamos en la zona de pesca y se prendió fuego por un cortocircuito. El barco más cerca que teníamos estaba a 40 minutos”, recordó.

“Veía un puntito, que era el otro barco, y sentía que no llegaba nunca, pero en realidad venía a toda máquina y por la desesperación parecía que venía despacio”, agregó.


Es que Cisneros fue, por decisión propia, uno de los 5 tripulantes de un total de 40 que permaneció en el Mr. Big hasta la llegada del Erin Bruce, el otro barco que acudió para salvarlos.


“Nos quedamos cinco y gracias a Dios salió todo bien“, manifestó, aunque la situación no fue nada fácil, ya que en ese contexto “la cubierta te quemaba los pies, te derretía las botas y no sabías qué hacer. Nos fuimos a la parte más alta que había”, hasta la llegada del Erin Bruce, que se dio justo a tiempo.


Para Cisneros, ésta fue una de las tantas anécdotas que le dejó su profesión y remarcó: “Extraño la pesca y todo el ambiente del puerto. Si pudiese elegir, volvería a navegar toda la vida“.


Gracias, papá


Si hablamos en la ciudad de vidas enteras dedicadas a la pesca es imposible no nombrar a Vicente Galeano, quien a los 67 años aún sigue saliendo al mar con su lanchita amarilla “Don Nino”, la cual lleva consigo una historia familiar de amor por esta profesión.

“Empecé a los 14, ya son 53 años pescando y seguimos. No le pienso aflojar. Hasta que pueda seguir caminando me van a ver ahí“, avisó Galeano.


En este marco, contó con orgullo sobre su lancha: “La hicimos con mi viejo. Se empezó a construir en 1993 y en 1996 la botamos. Fue la última que se hizo en el puerto de Mar del Plata”.


Galeano ama su trabajo, a pesar de que éste le hizo ser testigo de un trágico naufragio. “Fue en la bahía de Samborombón, el 1 de julio de 2003. Tengo la fecha grabada porque esas cosas no te las olvidás más”, manifestó.


“Fuimos a pescar corvina y una embarcación lamentablemente se hundió. Estábamos adelante, pegamos la vuelta y llegamos para rescatar a cuatro, pero hubo un muchacho al que no lo encontraron más”, recordó con dolor.

Galeano reflexionó que estas son “cosas que te entristecen y endurecen” y aseguró que este hecho no lo hizo dudar sobre su profesión. “Una vez que el agua salada te entra en la sangre es difícil que dejes”, sostuvo.


En este sentido, comentó: “Cada vez que salgo me dicen ‘cuídate’, pero yo tengo las palabras de mi viejo”, y mencionó una frase que le quedó como una valiosa herencia: “No te hagas comprar nunca por el pescado, porque cuando te compró el pescado, perdiste la vida”.


“¿Qué quiere decir? Que las macanas pasan cuando pescás, cargás más del límite y volvés jugado. Y, cuando venís jugado, después pasan las macanas”, explicó, dejando una enseñanza acerca de la ambición desmedida.


“Es así, hace 20 años que lo perdí, pero todos los días lo tengo presente”, finalizó Galeano sobre su padre, mientras Don Nino permanece vivo en la lancha y en el corazón de su hijo.


Tres meses en el mar


Aquiles Medrano tiene 30 años y hace 4 que trabaja en la pesca de altura. “Es un oficio maravilloso y cuando te subís por primera vez a un barco pueden pasar dos cosas: o te abraza o te escupe. Hacés un viaje y no te subís nunca más o te subís y no te bajás nunca más en la vida”, asegura.

A Medrano la profesión lo abrazó, pero vivió una situación atípica el año pasado, cuando un viaje para pescar langostinos que tenía una duración prevista de 10 días terminó siendo de 89 por la pandemia de coronavirus.


“Estábamos en un muelle del sur, en Camarones, y justo por la pandemia cerraron la localidad. No podíamos bajar ni siquiera al muelle. Estuvimos casi tres meses viviendo arriba del barco“, recordó.


Sin embargo, en este contexto de crisis sanitaria emergió una oportunidad laboral, por lo que decidieron quedarse allí pescando sin parar ese codiciado fruto del mar. “Fue como (el reality show) Gran Hermano, pero sobre el agua”, bromeó sobre la experiencia.


En este marco, el buque en el que trabajaba Medrano sufrió un desperfecto mientras realizaban tareas de pesca, lo que les hizo quedarse a la deriva en medio de un impactante temporal, debiendo permanecer unas 9 horas a merced de la tormenta hasta que otro barco pudo socorrerlos y remolcarlos hasta el muelle.


Ante la consulta sobre si sintió temor durante esas horas, Medrano respondió: “El miedo se hace costumbre, es parte de la vida del marinero y al mar siempre hay que tenerle respeto“.


El joven comentó que atesorará por siempre lo que fue el reencuentro con su familia luego de tres meses sin tocar tierra. “La emoción de volver siempre es impagable”, mencionó y añadió que “una de las cosas más maravillosas” que le regala esta profesión es “la sensación de volver y ver a Mar del Plata, que es majestuosa”.

Fuente : Diario La Capital de Mar del Plata



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