Pesca vintage, " LA CALLECITA"
- Mar del Plata - La Perla del Atlántico
- 21 jul 2021
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El Paseo Jesús de Galindez es un recorrido costero de la ciudad de Mar del Plata que comienza en Cabo Corrientes a la altura del "Edificio Mirador", y continúa bajando desde Av. Peralta Ramos en dirección norte serpenteando el asfalto y pegado a la costa, pasando por Playa Varese, Punta Piedras y el Torreón del Monje, hasta conectar nuevamente luego de una "S" muy cerrada con dicha avenida, frente al balneario "Las Toscas". Un paseo clásico e imperdible.
Por Ale Ravarino

Sesenta años atrás el itinerario mostraba un paisaje muy diferente al que presenta desde hace varios años, debido en parte a Playa Varese y sus dos escolleras, la desaparición de los espigones de Playa de los Ingleses y principalmente de toda la infraestructura edilicia que bordeaba ese recorrido tan pintoresco, tal como el hotel Bella Vista, en donde parte de su edificio pasaba por sobre la calle en forma de arcada dando lugar a un túnel para la circulación de peatones y vehículos, ó el hotel Centenario, haciendo esquina, con sus dos torretas estilo entre medieval y morisco, como custodia de su cartel de neón, evocando en su conjunto una postal de alguna villa costera italiana.

Ese recorrido para nosotros pasó a ser llamado "La Callecita", rebautizado no recuerdo si por mi hermano o por mí, por lo angosto del mismo y era uno de los puntos predilectos a la hora de elegir un lugar de pesca.
"La Callecita" por esos años, contaba con un frente de pesca con más extensión, ya que un primer tramo estaba comprendido entre Cabo Corrientes y Playa de los Ingleses, y es éste al cual me voy a referir.
Hoy ha quedado muy limitado el sector y solo se dispone de unos pocos metros sobre la vereda para poder pescar, si bien vale aclarar que hacia la izquierda se hicieron escolleras para contener la arena de lo que es Playa Varese, la zona a mi gusto perdió el encanto que supo tener, y podría decir...."las callecitas de Mar del Plata tienen ese, qué sé yo, ¿viste?" frase que también pudieron acuñar Ferrer y Piazzolla, aficionado a la pesca el maestro del bandoneón.

Muy cómodo era el lugar porque se estacionaba y prácticamente se podía llegar a pescar sentado en el auto, digo ésto solo como una figura, ya que nada como estar pescando y poder contemplar como pega el agua y la piedra que yace a los pies de la pared que bordea el recorrido y que hace de contención. Ahora, para disgusto de muchos, me incluyo, el cordón de la vereda en Cabo Corrientes reluce pintado de amarillo por lo que estacionar resulta todo un desafío.
Febrero entre los años 66 y el 68 una tarde como tantas, "La Callecita" como dije era uno de los puntos que se tenían en cuenta a la hora de elegir un lugar entre varias opciones como ser, las escolleras Norte y Sur, las piedras de la calle Gascón, el espigón de Punta Iglesia y el balcón en el sector de las piletas, definidos por nosotros como los preferidos.

Ese primer tramo del Paseo Galindez no solo era buen lugar para la variada debido al pedregal que afloraba con marea baja, un "fast food" a la carta para los peces, sino también porque ofrecía buen reparo contra el viento por la edificación combinación de piedra, mampostería blanca y techos de tejas rojas que se levantaba sobre la loma, a espaldas del pescador. Tenia la contra de los enganches y cuando se juntaban muchos pescadores el cruce de líneas era moneda corriente, pero valía la pena. Además era muy práctico pasar por allí a marcha lenta volviendo de las escolleras y espiar como se daba el pique, costumbre que aún conservo.
Llegamos a media tarde, papá preparó el equipo de siempre, con línea de un anzuelo y camarón, y a volar el plomo, teniendo en cuenta no abollar ningún auto ni cabeza, luego, a esperar pacientemente matizando con un vasito de café, ó chocolatada para nosotros los chicos y alguna factura, y si había algún cañon de dulce de leche, mucho mejor.
No había pasado mucho tiempo cuando tiene pique. Recoger sin pausa es la premisa para no quedar atrapado en las fauces de las piedras. Inmediatamente se deja ver entre la espuma una linda corvina, medianita y con cara de "sana" como diría "el farmacéutico", compañero de pesca de mi viejo en Mardel por muchos años.
Retira el anzuelo de la boca y deposita la corvina junto a la valija de pesca en el suelo, contra la parecita a la sombra, tapada con un trapo rejilla húmedo, truco para se evapore el agua y produzca enfriamiento. Vuelta a encarnar y a repetir toda la secuencia.
En tanto se esperaba por otro pique, era común establecer conversación con los pescadores a diestra y siniestra y así pasaba el tiempo y en cierta forma, quedaba implícito el cuidarnos los elementos los unos a los otros ante alguna circunstancia que obligara al pescador a desplazarse debido a un pique o un enganche.
En determinado momento se estaciona detrás de nuestro auto un rambler ambassador, color crema, con chófer, un auto de lujo para la época, en el asiento trasero una mujer, tal vez sorprendida por la actividad de pesca y que seguramente había observado con atención y detalle toda la acción de la captura. Desciende del vehículo una señora mayor de mediana estatura, muy bien arreglada y con una capelina que le daba cierto aire distinguido. Acto seguido entabla animada conversación, indagando sobre la pesca y alabando la corvina recién obtenida, y como se pesca y que rica que es para comer, etc, etc, etc.....
En el ínterin mi viejo tiene nuevamente pique advirtiendo también que había una línea cruzando por arriba de nuestra tanza y de otras, proveniente del lado izquierdo y que el pescador intentaba recuperar originando un arrastre infernal de aparejos. Usted sabe que algunos pescadores tienen la brújula o el gps con un error de 45 grados. Ésto obligó a que se desplace y nosotros detrás para no perder detalle y luego liberar las líneas procediendo con el clásico ritual y el diálogo acostumbrado cuando se arman éstas "galletas" infernales, más fáciles de resolver para una pitonisa desatanudos que para ansiosos pescadores, y entre tantos consejos se podía escuchar:
Desenganchá la plomada, pasá el anzuelo por aquí, dale dos vueltas, la corvina está en mi línea, mejor cortar la brazolada, teneme aquí, ojo que te clavas el anzuelo, el nylon verde es el mío, etc, matizando esos diálogos "productivos" con algún epíteto soltado al aire maldiciendo la situación.
Una vez liberadas las líneas involucradas en el incidente, mi viejo se dispone a dejar la captura junto a la anterior, pero advierte que ya no estaban ni la corvina ni el trapo que la cubría y solo una mancha húmeda con forma de pescado era el único vestigio de lo que era una buena pieza. De inmediato la pregunta fatal: y la corvina??
El compañero ocasional muy suelto de cuerpo ante la consulta inquisidora responde _se la llevó "su pariente" para colocarla en la heladera, mas tarde regresa.... nos dice el buen señor. Lógicamente nunca regresó ni esperábamos que lo hiciera.
Siempre que rememorábamos anécdotas salía a relucir ésta historia. Nos preguntábamos que habrá pasado por la cabeza de "la señora" para proceder de esa forma, porque, por necesidad seguro que no fue, amor a primera vista? notable como preparó el campo hasta convencer al pescador que estaba a nuestro lado que era de la familia. Hoy pienso que de no producirse la galleta, nos hubiese pedido la corvina o quizás intentado comprar? Vaya uno a saber que motivó la rapiña, lo concreto es que terminamos el día con una sola corvina y la justificada cuota de indignación. Ese auto muy fácil de identificar, nunca lo volvimos a ver, y menos a la "simpática" señora que, de manera descarnada, puso en práctica la paradoja "la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella", lo que lleva a parafrasear a Jorge Asís, y de "Flores robadas en los jardines de Quilmes" titular "Corvina robada en el Paseo Galindez", para mí, con cariño y un dejo de nostalgia, simplemente "La Callecita".

Alejandro A. Ravarino