En el escaso patrimonio de leyendas con que cuenta Mar del Plata, la de los “túneles del Asilo Unzué” lidera el ranking.
“Yo no sé de dónde salió eso”, nos dijo algo escandalizado el arquitecto e historiador Roberto Cova cuando hace un par de años lo consultamos sobre esa creencia, que ofrece diversas variantes: desde una “red de túneles” hasta un “solo túnel”, cuya extensión varía caprichosamente en el versionero popular. Para algunos, el pasadizo llegaba hasta la vivienda del capellán, que verdaderamente estaba cerca del Asilo Unzué y que se ve en la foto que ilustra este artículo. Para otros, desembocaba “en la cripta de la capilla Santa Cecilia”, para lo cual deberíamos imaginar una obra subterránea de al menos 1100 metros que debió sortear, entre otros obstáculos, la formación rocosa de la loma donde está el mencionado templo.
Es común que la gente que visita el Unzué pregunte por “los túneles”. Y hasta hemos hallado artículos periodísticos de medios nacionales que se ocuparon de los “misteriosos pasadizos subterráneos”, topándose siempre con la desmentida oficial. Atravesando épocas, el tema se instaló en internet y halló terreno propicio en espacios afines a lo fantasmagórico. Se suman allí otros aditamentos, incluyendo los infaltables sonidos nocturnos (una cajita musical, el llanto de un bebé) que “se eternizan” en los pasillos del despoblado asilo.
Quizás los “túneles” por sí solos no hubieran sido suficientes para dejar tamaña huella en la memoria colectiva. Por eso la historia avanza sobre su “utilización”.
Debe recordarse que el Unzué comenzó a funcionar como asilo de niñas huérfanas en 1912 y terminó su vida como hogar de tránsito a fines de la década del 90. Huelga aclarar que una historia donde se unen “pasadizos secretos” y adolescentes del sexo femenino deviene en una combinación explosiva para la imaginación.
A ello se suma una supuesta historia que pasó del rumor popular a la web con una fecha -1927- y multiplicidad de protagonistas. De acuerdo a esa versión, un capellán sedujo a una monja. Otros relatos indican que no fue seducción sino violación. Otros, que no fue una monja sino una pupila. Y otros que no fue un sacerdote sino el chofer del micro que transportaba a las chicas. Todas estas variantes derivan en un final común: la mujer embarazada fue recluida “en los túneles” del Unzué para ocultar el escándalo. Esto –según los sitios afines a lo fantasmagórico- es el origen de los “sonidos nocturnos” ya descriptos.
El Unzué, es cierto, tiene dependencias subterráneas. Se trata de antiguos talleres o salas de máquinas donde aún hay elementos que datan de sus tiempos fundacionales. Hace algunos años cuando empezó el proceso que derivó en su remodelación parcial, tuvieron que apuntalar esos sótanos por peligro de derrumbe. Ello fue precedido, obviamente, por inspecciones y estudios realizados por especialistas. Y todos concluyeron que en que el Unzué no existen túneles.-
Fuente: Diario La Capital de Mar del Plata