Las tradicionales embarcaciones dedicadas a la pesca forman parte de la identidad local desde principios del siglo XX. Por aquel entonces, familias llegaban desde España e Italia para dedicarse a la captura de mariscos y otras presas. Desde ese entonces, las lanchas amarillas se convirtieron en una típica postal marplatense.
"Hombres del Mar” Acrílico sobre tela 0,80x0,55 Autor: Carlos Medina
Los inicios de las lanchas
La actividad pesquera comenzó cuando Mar del Plata aún no estaba fundada, cuando se la conocía como Puerto de Laguna de los Padres. Los primeros pescadores eran los llamados “golondrinas”: venían a pescar durante la temporada de verano para luego retirarse. No vivían en la zona de forma permanente. Los primeros pescadores de Mar del Plata, originarios en su mayoría de la zona meridional de Italia, cargaban sus canastas llenas de pescado fresco para venderla en hoteles y las casas del pueblo. Con el paso del tiempo, empezaron a radicarse en la zona.
Con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) razones económicas y logística bélica fueron el aliciente que necesitó la pesca marítima para dar un salto. El desarrollo de una industria conservera fue el vehículo de ese cambio. Tal estímulo se expresó, entre otras cosas, en el incremento del número de pescados, en la conformación de una flota más numerosa y moderna, en la incorporación de nuevas terminales pesqueras, en el mejoramiento de las artes y métodos de pesca, y en los inicios de la exportación internacional de los derivados de la pesca.
El amarillo como divisa
Las tradicionales lanchas amarillas, reconocidas por su característico color, son una nave cuya eslora se sitúa entre los 9 y los 15 metros, con una manga de entre 4 y 6 metros y una propulsión a motor con potencias de entre los 100 30 HP. No poseen cubierta corrida y, por ende, tampoco bodega. Inicialmente esta nave era de color blanco, lo que provocó muchos problemas pues no se podía ver claramente desde la costa. Se perdieron barcos enteros con tripulaciones, muchos de los cuales nunca fueron encontrados.
Como dato de color se destaca que la mayoría de estas embarcaciones tiene nombre de mujer o alguna denominación vinculada a la religión. Se cree que mientras los nombres de mujer honraban a las esposas, hijas y amantes de los pescadores, los de tinte religioso eran un modo de pedir ayuda a Dios para tener buena pesca y llegar sanos y salvos a sus casas.
Los colores de las embarcaciones
Amarillo: son las embarcaciones de pesca más pequeñas, dedicadas a la pesca costera. Suelen salir a la madrugada y volver a las primeras horas de la tarde. Su tripulación se compone de 5 a 7 tripulantes y se dedican a la pesca de mariscos, besugo, corvina, pejerrey, trilla, anchoíta, etc.
Amarillo y rojo: los denominados barcos de media altura permanecen navegando entre 75 y 100 horas, se alejan de la costa hasta 160 kilómetros y su tripulación es de 8 a 10 personas. Pescan besugo, salmón, merluza y bonito.
Rojo: los barcos de altura permanecen navegando entre una y dos semanas y su tripulación es de 10 a 12 personas. Pescan atún, calamar, centolla y merluza.
Del mar a la banquina
Para que los frutos de mar lleguen a los distintos puestos venta se necesita de trabajadores de distintas áreas y toda esa cadena depende de las lanchitas para llegar a fin de mes. Por cada embarcación hay entre cinco y seis tripulantes pero, hay ocasiones en las que se suma uno más, como en la época de zafra. Además, todas las tareas que involucran la pesca (el que se dedica a tirar las redes, quien amasa, quien desenmalla el pescado y quien orienta) se realizan a mano.
Eso sin contar al personal que trabaja en la descarga, planta y en la preparación para su venta o exportación.
Uno de los más reconocidos puntos de venta es en la banquina y el centro comercial del puerto donde familias enteras y turistas pasean, almuerzan o compran para llevar a sus mesas más tarde. Carteles y cánticos de los vendedores anuncian la llegada de los frutos de mar, las ofertas principales y lo que no pueden dejar de probar.