La Explanada Sur fue un gran balcón al mar que originalmente impresionó por su belleza y que pronto decepcionó por su imperfección. En 1912, a tres años de su inauguración, estaba al borde del derrumbe. De aquel ensueño quedaron las esculturas que trajeron de Francia y que hoy se encuentran en plazas marplatenses.
Por Gustavo Visciarelli
Se ubicaba en lo que hoy conocemos como Boulevard Patricio Peralta Ramos, es decir, en lo alto de la barranca, desde el Torreón hasta el Golf Club. Flanqueado por una línea de balaustres, tenía bancos, esculturas, bellas farolas que “se perdieron” en el tiempo y miradores semicirculares que subsisten en el trazado del paseo costero. El busto a Alberto Olmedo, por ejemplo, está emplazado en uno de ellos.
La construcción de la Explanada Sur en un paisaje agreste se inspiró en paseos que engalanaban las más selectas playas europeas. Y el principal propulsor fue Alberto del Solar, un poeta chileno de intensa vida en los albores de la villa balnearia a quien recordamos como autor de la leyenda del Torreón del Monje.
El proyecto fue encarado con un importante caudal de aportes particulares, procedentes en gran parte de personas que estaban interesadas en proyectar ese sector. De hecho, dos de los integrantes de la comisión propulsora -José Luis Cantilo, luego gobernador bonaerense y Bernabé Ferrer- tenían allí sus chalets de veraneo.
La construcción de la Explanada Sur supo de críticas porque alteró el aspecto natural de la barranca con grandes murallones de piedra que, en teoría, debían soportar el peso de la acera y de la calzada, que fue recubierta con macadán (piedras trituradas, aplanadas y selladas con alquitrán).
De todas maneras, el primer tramo de unos 300 metros diseñado por el célebre paisajista Carlos Thays, fue inaugurado con pompa en enero de 1909. Y su extensión hasta el Golf se dio por terminada en 1915 con la intervención del Gobierno -la comisión se había quedado sin dinero- y las influencias de Pedro Olegario Luro.
Una crónica rescatada de los archivos del diario La Capital permite saber que en abril de 1912 el primer tramo de la Explanada, cerca del Torreón, amenazaba con derrumbarse “por la fuerza de su propio peso o la insuficiencia de sus cimientos”.
“Enormes grietas surcan el murallón, que visto desde el mar da la seguridad de su próxima e inevitable ruina. Algunas de sus escalinatas, así como el piso de las veredas, están destruidas o en vías de destrucción”, reza la crónica.
Ese fue , sin dudas, el origen de las sucesivas modificaciones que sufrió el paseo, incluyendo el reemplazo de los balaustres por el parapeto de piedras que hoy se observa.
Afortunadamente -y a excepción de un bello copón de bronce desaparecido- las esculturas fueron ubicadas en distintos paseos públicos. Se trata de Diana la Cazadora (Plaza Mitre), Venus y las sirenas (fuente de Plaza Rocha), el tritón de la Plazoleta Borges, la sirena de la Plazoleta de las Provincias, la Venus de Milo (Plaza Colón) y Mujer Bañándose (Plaza Colón).
Las de bronce fueron realizadas en Francia por la prestigiosa Fundidora de Arte de Val D’Osne y replican obras que se exhiben en los principales museos del mundo. Son la herencia, a veces ignorada, de aquella bella explanada que no soportó su propio peso.
Este texto se base en material de archivo del diario LA CAPITAL
** La información sobre las esculturas fue extraída de artículos publicados en LA CAPITAL por Costanza Addiechi, Directora Coordinadora de Restauración de Monumentos Históricos MGP