Lo llamábamos “túnel” a falta de una mejor definición. Con sus arcadas de piedra, ejercía fascinación en los niños y era un emblema de aquella “Playa de los Ingleses” que se transformó en “Varese” durante la guerra de Malvinas.
Por Gustavo Visciarelli
Sobre sus columnas reposaba la confitería y restaurante del hotel Bellavista, un establecimiento que originalmente funcionó en la playa. La historia del “túnel” nos lleva así a los albores turísticos del sector, que datan de fines del siglo XIX cuando aún no había camino costero y empezaron a florecer hoteles de madera que desafiaban la marejada sobre pilotes.
A fines de la década del ’30, con la construcción del camino costero, los hoteles tuvieron que abandonar la playa e instalarse junto a la barranca. Uno de ellos fue el legendario Centenario, de Luis Varese -pionero de la actividad en ese sector- y otro fue el Bellavista, famoso por el ingenioso “túnel” que le permitió usufructuar el espacio aéreo de la calle.
Los terrenos eran manejados por la provincia de Buenos Aires, que además de concesionar los hoteles permitió la construcción de chalets particulares en esa franja privilegiada.
Al revisar los archivos hallamos diversos antecedentes sobre el declive de la otrora rutilante Playa de los Ingleses. Los concesionarios, que habían recibido apoyo oficial para levantar sus nuevas locaciones a principios de los ’40, se vieron perjudicados por las políticas de turismo social -que incluía la obligatoriedad de ceder plazas- implementadas por Juan Domingo Perón. Al desmedro de las inversiones y el progresivo deterioro del sector sobrevino la desaparición de la playa, que sería recuperada años después mediante la construcción de espigones.
En 1973, el gobernador peronista Oscar Bidegain expropió la totalidad de las construcciones. El antiguo Centenario pasó a ser un anexo de la Universidad y también escuela de enfermería. En el Saint James instalaron la Escuela de Hotelería. El All Boys fue cedido a la Federación de Trabajadores Municipales, el Scaffidi al SOIP, el Montecarlo al Sindicato de Aguas Gaseosas (Sutiaga) y en el Sáenz funcionaban dependencias del Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia. Muchos otros edificios -incluyendo el Bellavista- quedaron abandonados u ocupados precariamente y sufrieron saqueos y vandalismo.
En 1977, ante la inminencia del Mundial de Fútbol, decidieron arrasar esa franja edilicia. La decisión se fundamentó en informes que habrían avalado la inviabilidad de mantenerla en pie. No puede obviarse, como elemento anexo, que en aquellos días el gobierno de facto se desvelaba en su propósito de exhibir al mundo un país moderno, limpio y organizado.
El trámite, complejo pero rápido, se agotó en el transcurso de 1977. Los edificios fueron transferidos de la provincia a la municipalidad, que en esos días era dirigida por el capitán de navío Carlos Menozzi.
Tras ello se acudió a la justicia para desalojar a unas 200 personas que vivían irregularmente en 16 construcciones. Con fallo favorable y anticipada notificación, el desahucio se ejecutó al amanecer del 20 de enero de 1977 con la intervención de oficiales de justicia, personal municipal, 15 camiones del ejército y un centenar de policías.
Para demoler los edificios llamaron a licitación pública. Una crónica difundida por LA CAPITAL el 6 de marzo de 1977 reza que los sobres fueron abiertos “en el salón del ex concejo deliberante”, ratificando con naturalidad la defunción de los mecanismos institucionales.
El emblemático túnel del hotel Bellavista y sus construcciones vecinas cayeron bajo la piqueta y antes del Mundial nació el renovado paseo, donde yacen sótanos sepultados y algunos restos de los viejos edificios.
Pero no muchos saben que hubo un sobreviviente. Uno de los hoteles había sido otorgado a la Asociación Mutualista de Empleados del Ministerio de Obras Públicas (Amemop), que acudió a la justicia y logró evitar la demolición del edificio.
Es evidente que el posterior litigio resultó favorable a la mutual, porque el hotel, hoy modernizado, sigue funcionado frente a Playa Varese. Con él sobrevivieron ocho de los pequeños chalets. Convertidos hoy en habitaciones, conservan, sin que lo sepamos, parte de la historia de aquella “Playa de los Ingleses”.
Fuente: La Capital de Mar del Plata