No es un lugar que se vea en las postales de "La Feliz" o que los turistas tengan presente en su itinerario. Aunque deberían. Ubicada en el corazón de una reserva natural, La Cabaña del Bosque no se ve al llegar a la entrada. El verde follaje y un estanque con peces dan paso a la casa de dos plantas, en la que se hace un culto del té y de una forma de tomarse la vida.
Para los que dicen que Mar del Plata en enero es "Buenos Aires con mar", haciendo una relación directa con el ruido, la acumulación de gente, las filas largas para poder comer y las esperas eternas, La Cabaña cambia el tiempo de las cosas. Lo primero que se advierte es que la gente baja el tono y en las mesas todos susurran, al punto de que un nene extrañado pregunta: "Mamá, ¿por qué hablamos así?". Ella no sabe qué contestarle, porque hasta ese momento no se había dado cuenta.
"Empezó como empiezan todos los proyectos, casi por casualidad", dice Sonia, la anfitriona, una fanática de la literatura que alguna vez vivió en esa casa, a la que invitaba a sus vecinos a tomar el té. Se convirtió así en un punto de encuentro de todos los chicos del barrio y, una de esas tantas tardes compartidas, alguien le dijo: ¿Por qué no ponés una casa de té? Y convajillas de
familiares, platos y tazas diferentes, esta mujer valiente que hoy ronda los 70 se lanzó a la aventura.
Las donaciones forman parte de la identidad de la Cabaña. Los vecinos del Bosque Peralta Ramos continúan hasta el día de hoy con esa costumbre, sabiendo que en La Cabaña esas cosas se cuidan.
Por eso muchos prefieren llevarlas ahí a dejarlas morir o arruinarse en un desván, en una caja o en alguna casa de empeño.
Ubicada en la intersección de Don Arturo y Los Cedros, al llegar a la puerta lo único que se ve son árboles. El paisaje no podría estar más alejado de cualquier cosa que pueda asociarse cuando se habla de Mar del Plata: pájaros, peces naranjas nadan en el estanque junto a las mesas y si ya no quedan sillas disponibles no existe la lista de espera. En ese caso Sonia pide amablemente a los clientes que vuelvan otro día. Algunos eligen esperar.
Fotos: Cristian Heit