Cristian es hijo de Guibert Englebienne y Ana María Mateos, los fundadores del emblemático local de zona sur. En una extensa charla con 0223, el hombre que hoy está a cargo del comercio, reveló sus orígenes y puso fin a diferentes mitos.
Por Bruno Perrone - 0223
Es el protagonista que se repite una y otra vez en las fotos de millones de turistas a lo largo de las últimas cinco décadas. Es la principal referencia que encuentra todo aquel que da sus primeros pasos por las playas y el paseo comercial del sur de Mar del Plata. Es uno de los símbolos vivos, y más pintorescos, que identifican a “La Feliz”. Sí, todo eso es “El Pato” de Punta Mogotes. Todo eso, y mucho más.
Si bien casi la mayoría de los capítulos de la ciudad y de sus 147 años de historia han sido ampliamente cubiertos – los esenciales, al menos –, es curioso que no abunden las referencias sobre los orígenes del icónico local de la Avenida Martínez de Hoz al 2505. Más allá de la infinidad de imágenes que comparten los nostálgicos junto al enorme muñeco, en los diferentes archivos, redes y páginas de internet se han volcado más mitos que certezas.
Algunas versiones sostienen que “El Pato” abrió sus puertas en el ‘74, otras dicen que
fue antes de los ‘70, pero lo cierto es que los comienzos se remontan al ‘71, año en el que desembarca Ana María Mateos y su esposo belga Guibert Englebienne, provenientes de La Plata. Llegaron jóvenes, con ilusiones, con la ambición de dar forma a su propio emprendimiento familiar, y un año después compraron el comercio en Mogotes.
El local ahora dispone de tres pisos, amplias instalaciones, pero en ese entonces era “chiquito y estaba en el medio de un descampado”, según recuerda Cristian, uno de los tres hijos del matrimonio que, desde hace varios veranos, se encarga de administrar y perpetuar el legado del establecimiento. Al principio, tampoco se llamaba “El Pato”: era “El Triángulo”, nombre que se explicaba por la distribución del inmueble. Los anteriores dueños lo habían dividido en tres partes: la primera vendía artículos de playa, la segunda carnadas para pesca y la tercera se dedicaba a la venta de pasajes.
Mateos y Englebienne decidieron unificar todo en un único comercio y así nació “Click", un centro de fotografía, aprovechando el auge que veía el mercado de las cámaras instantáneas con los modelos que impusieron las empresas líderes Kodak y Fujifilm. Y pronto conformaron la sociedad de "El Pato" con los hermanos peruanos Muzio, hoy reconocidos por ser los responsables de Mia Seafood, uno de los frigoríficos pesqueros exportadores más importantes del Puerto local.
Años después, la sociedad se disolvió y los Muzio siguieron a cargo del laboratorio fotográfico mientras que la pareja se quedó con “El Pato”. “Este fue el negocio familiar desde siempre. Mis viejos laburaron toda la vida ahí. Mamá, incluso, estuvo hasta que arrancó la pandemia y dejó de venir después para cuidarse. Y yo estoy colaborando desde los quince años”, dice el comerciante, al rememorar el trabajo incansable de Ana María, de 77 años, y Guibert, de 80.
El comercio siempre fue de temporada y se propuso atender cualquier necesidad del turista que llega a la ciudad para veranear, por lo que se “reconvirtió” con el correr de las décadas. “Trabajamos mucho con el marplatense, sobre todo en noviembre y diciembre, pero estamos muy enfocados en lo que quiere el turista. En un momento necesitaban televisores, y le alquilábamos televisores. Vamos migrando con la demanda”, ejemplifica, en una entrevista con 0223.
Al rubro de la fotografía, se sumó un videoclub, la venta de productos de jardín y también de mobiliario para balnearios y cafés – como mesas, sombrillas y sillas –, elementos que con el paso del tiempo empezaron a incluir en su oferta las grandes cadenas de supermercado. “Ahora se vende todo lo que puede requerir el turista, desde las cosas para ir a la playa o para equipar la casa de vacaciones hasta los recuerdos de las vacaciones”, dice Cristian.
Otro de los mitos de internet aseguraba que, en el ’74, un hombre de Miramar le había encargado a un escultor la gran figura que se roba todas las miradas en Mogotes: el pedido consistía en replicar un Pato Donald con una cámara de fotos que, al final, resultó fallido. Cristian desmiente la versión y revela que el Pato ya estaba desde antes de que sus padres compraran el local. “En 2019 festejamos los 50 años porque sabíamos que ya estaba construido en el ’69 pero no era nuestro. Y la verdad que no sabemos bien cómo fue que se puso ahí”, reconoce.
A pesar del misterio que envuelve al origen de la escultura, lo que sí se sabe es que en este medio siglo de vida hubo “tres patos distintos”. El original fue modificado a principios de los ’80 por un ejemplar que tenía la cabeza giratoria y unos años después, a raíz de las secuelas de un temporal, se volvió a cambiar por el modelo sonriente que sigue en pie por estos días.
El gigante del sur hoy luce orgulloso sus cincuenta años de edad con un atuendo rojo y floreado pero su look se fue “aggiornado” con cada época. Durante el mundial del ’78 que ganó Argentina, llevó la camiseta de la selección nacional y, en otros momentos, se calzó el traje de marinero y vistió conjuntos verdes y colorados. Sus sponsors también fueron alternando: una de las publicidades más recordadas es la de Kodak, cuando en los '70 portaba la cámara Instamatic - novedosa para entonces – que incluía la serie que se hizo popular por el flash "Magicube".
Cristian precisa que el Pato tiene unos siete metros de altura. La base es maciza, hecha de cemento Portland para afianzar el muñeco a la superficie, y el esqueleto interno del cuerpo está revestido
con fibra de vidrio. “Por dentro, todo el esqueleto tiene madera como si fuera un cielo raso pero, en vez de yeso, se forró con fibra de vidrio para que aguante la intemperie”, detalla.
Por el peso de su historia, Englebienne es un apellido reconocido para muchos referentes del sector comercial de la ciudad pero también ha logrado trascender las fronteras marplatenses desde el cambio de milenio. Todo se debe a uno de los dos hermanos de Cristian, el ingeniero en sistemas Guibert (homónimo a su padre), quien es uno de los cuatro fundadores de Globant, un gigante del software a nivel mundial.
Cristian también es ingeniero y tiene una empresa pero en el verano decide dedicar su tiempo a “El Pato”. “Los tres tenemos nuestra profesión y nuestros proyectos independientes pero a mí era el que más me tiraba seguir con el negocio”, afirma, y confiesa: “He vivido experiencias muy lindas acá y la verdad que todo lo que le pasa a la gente con el local no me deja de sorprender. A veces vienen personas que dicen que venían acá cuando tenían siete años y se le caen los lagrimones. No lo pueden creer”.
“También ha venido mucha gente grande solo para sacarse fotos, como si esto fuera una prueba del paso del tiempo. ‘El Pato’ tiene una mística y una llegada a tantas generaciones que es difícil de comprender si uno no lo vive y no lo ve en primera persona. Quizás se minimiza desde afuera pero caló muchísimo en la gente”, celebra el comerciante del sur de la ciudad.
Fuente: 0223