El 24 de octubre de 1964 el carguero griego se partió en dos, liberando petróleo de sus tanques, tiñendo de negro la arena y contaminando el mar.
El barco Narvachos Koundouriotis partido en dos a 200 metros del puerto local. Foto: Licenciado Angel J. Somma / Fotos de Familia - Diario La Capital de Mar del Plata.
En 1964 el buque Navarchos se partió en dos al salir del puerto y quedó varado durante años frente a Playa Grande, provocando una catástrofe económica y ambiental en la ciudad. Es que se teme que, a causa de la escasa profundidad del canal de acceso, se repita lo que le sucedió al carguero griego Navarchos, un buque que encalló en 1964 cuando salía del puerto con sus bodegas y tanques de combustibles completos. Este accidente dio lugar a una catástrofe con consecuencias económicas y medioambientales que persistieron durante varios años.
El buque abandonó los muelles a las 23 del 20 de octubre de 1964 y comenzó a abandonar lentamente la ciudad. Pero cuando llegó a la desembocadura del puerto rozó con el banco de arena y el casco se partió en dos. El capitán tuvo reflejos rápidos e hizo lo imposible para que la nave no quedara varada ese lugar, lo que hubiera obligado a cerrar el puerto local. Con el casco seriamente averiado la tripulación continuó a bordo y logró que el buque llegara al exterior de la estación marítima local.
El buque comenzó a hundirse a unos 500 metros de Playa Grande y a unos 200 metros de la salida del puerto, donde permaneció durante años. El Navarchos era un granelero de bandera griega de casco de acero, construido en 1944 en un astillero de Texas, en Estados Unidos. Pesaba unas 8 mil toneladas y medía alrededor de 440 pies de largo. El accidente se produjo mientras llevaba a bordo más de 10 mil toneladas de cereal que había sido cargado en los silos marplatenses.
Según los informes de la época, la escasa profundidad del canal de acceso y la presencia de un enorme banco de arena -similar al que existe ahora- fueron las principales causas del incidente. Los 33 tripulantes del Navarchos fueron rescatados de inmediato, pero lo peor vino después. El barco, partido en dos, no pudo ser removido así que permaneció en ese mismo lugar durante muchísimo tiempo. Si bien el capitán pudo evitar que la nave quedara en medio de las escolleras, no logró alejarlo lo suficiente de la entrada al puerto.
Por ese motivo durante bastante tiempo los pescadores tuvieron que tener muchísima cautela cuando maniobraban por la zona. A las lanchas amarillas se les prohibió por completo realizar capturas en ese sector, en una época en la que el pescado solía habitar mucho más cerca de las playas que ahora. Igualmente, la fauna marina ya estaba condenada. A pocos días del accidente comenzó a salir del interior del barco una gran cantidad de combustible que contaminó toda la zona.
El verano de 1965 fue el peor de la historia para los concesionarios de Playa Grande. La arena se tiñó de negro y ningún turista pisó los balnearios. Para colmo, el cereal que llevaba a bordo comenzó a descomponerse provocando un olor insoportable. El Navarchos comenzó a hundirse y a desintegrarse y pasaron varios años hasta que fue retirado, aunque parte de su estructura continúa oculta bajo el mar.
Al ver la imagen del pesquero Victoria I al amanecer del 28 de octubre de 2016, encallado en Playa Grande, al recuerdo de muchos marplatenses, especialmente a los mayores de 50 años, vinieron las imágenes de otro barco varado en ese mismo lugar: el de bandera griega Navarchos Koundouriotis, cuyo siniestro se registró el 24 de octubre de 1964, exactamente 52 años antes
Fueron imágenes que se convirtieron en emblemáticas por muchos años, como habría de suceder años más tarde con el llamado buque fantasma, el Marcelina de Ciriza, que durante un temporal, y sólo con un perro a bordo, soltó amarras y fue a parar a la arena pero casi frente a avenida Constitución.
“Lo peor de ese accidente (sus 33 tripulantes fueron rescatados ilesos) -precisa en un posteo el periodista Nino Ramella- fue que en esa temporada 1964/1965 Playa Grande quedó inutilizada. Al quebrarse el Navarchos liberó el petróleo de sus tanques, tiñendo de negro la arena y contaminando el mar. Y como también habían quedado a la deriva toneladas de cereal, este pronto se descompuso y provocó un olor nauseabundo en toda la zona”.
“Tanto se incorporó ese barco a la identidad del barrio Playa Grande que hasta hubo un boliche con su nombre”, abundó el colega.
El buque pesquero “Victoria I”
El buque pesquero “Victoria I”, con 11 tripulantes y su carga completa, encalló el 28 de octubre de 2016 a la madrugada a unos 200 metros de la orilla de Playa Grande, tras quedarse sin propulsión y a la deriva, informaron fuentes de Prefectura Naval Argentina.
El hecho se produjo cerca de la 2 de la madrugada, cuando una de las redes del “Victoria I” se enredó en la hélice, producto de la marejada, por lo que debió detener las máquinas.
El barco venía con su tripulación completa desde aguas patagónicas donde había concluido la temporada de langostino. Llegó el jueves por la tarde a la ciudad pero se encontró con el puerto cerrado, fruto de vientos de más de 70 kilómetros por hora. Debió capear el temporal fondeado en rada y ahí comenzaron los problemas.
El pesquero, perteneciente a la firma Ardapez, regresaba a puerto con más de 2.000 mil cajones de pescado. Todos los tripulantes fueron rescatados sanos y salvos y pasado el mediodía alguno de ellos descendieron de la embarcación. Ahora resta que puedan realizar las tareas de remoción de la embarcación, indicaron fuentes de Prefectura, quienes esperan poder concretarlas entre hoy y mañana, “cuando suba la marea”.
En diálogo con LA CAPITAL, el prefecto mayor Gustavo Campanini, a cargo de Prefectura Mar del Plata, explicó que el encallado ocurrió al intentar el buque ingresar al puerto “por un golpe de mar”, tras lo que cayó al agua la red de pesca y produjo la obstrucción de la hélice.
“El lugar está vallado sólo por precaución y ahora aguardamos que suba la marea para que los remolcadores puedan realizar su trabajo”, explicaron desde Prefectura.
En medio del operativo y ante una jornada a pleno sol, la postal del buque en Playa Grande fue el gran atractivo. Desde horas tempranas de la mañana hasta la noche, la gente se acercó al lugar para fotografiarse con la imagen del Victoria I de fondo.
Vale recordar que hacía 52 años la misma postal se vio en la zona, cuando el “Navarchos” vivió una situación similar pero que terminó mal ya que se hundió.
El buque “Marcelina de Ciriza”
El 20 de junio de 1991 el buque interdicto Marcelina de Ciriza cortó amarras en el puerto de la ciudad y navegó sin tripulación por la costa de Mar del Plata hasta encallar frente a la rotonda de Constitución.
El 20 de junio de 1991 el Marcelina de Ciriza llevaba casi 11 años amarrado al puerto de la ciudad de Mar del Plata. Después de prestar servicios hasta el año 1977 en Europa su dueño lo puso bajo contrato de la empresa Sasetru, que lo trajo al país. Su destino de guerrero implacable, ese que había puesto a prueba en los mares del norte, iba a desmoronarse con la misma lánguida tragedia de los barrancos azotados por el mar. Esos barrancos que más de una vez sus tripulantes vieron en las costas marplatenses con la euforia del regreso seguro.
Esa madrugada del jueves 20 de junio el temporal preanunciado llegó con toda la fuerza y comenzó a embestir contra el casco con tanta intensidad que las amarras no lo soportaron. Y el Marcelina de Ciriza salió por el canal de acceso del Puerto en su última travesía. Llevaba un solo tripulante, “Tuque”, que a diferencia de su dueño no entendió por qué debía saltar a tierra apenas comenzaron los silbidos y los gritos.
Fueron 8 millas de navegación heroica. Con el temple de los que han dado todo, el Marcelina de Ciriza hizo su acto final para esa audiencia tan indiferente hasta ese momento: Mar del Plata, la ciudad que lo cobijó y lo condenó.
Están aquellos que preferirán sostener que un fantasma lo guió, que en el puesto de mando los espíritus de los trabajadores vascos desafiaban al temporal con sus gritos mientras palmeaban al Marcelina y rozaban sus bulones firmes con ternura, o que simplemente, el alma del buque lo hizo posible hasta encallar frente a la rotonda de Constitución. Acaso como si tal demostración de bravura ya hubiera sido suficiente, la travesía terminó. Solo “Tuque” supo quién lo acompañó.